Cuando mi hermana murió, fue el peor día del mundo: incineramos su muñeca preferida con ella. Cuando volvimos a casa, la muñeca estaba sobre la mesa, mi padre me miró y luego salió por la puerta muy enojado pensando que era una broma de algún hijo de un vecino, una broma de muy mal gusto pensaba yo. Papá entró a la casa aún furioso por lo ocurrido, tomó la muñeca y la arrojó a la basura. La tarde pasó muy silenciosa en la casa, un silencio fuera de lo normal puesto que vivíamos en una zona muy centralizada el ruido de los autos y niños en la calle era normal, pero esa tarde no se podía escuchar ni las aves cantando. Después de cenar, me cepillé los dientes y fui a dormir, en la casa sólo estábamos papá y yo, mi mama murió cuando nació mi hermana, yo era muy pequeña para recordarla.

Me desperté por la noche para ir por un vaso de agua pero antes de bajar de la cama, vi a alguien que estaba parado en la puerta de mi cuarto que hacia entre abierta y cerrada, estaba muy oscuro para ver quién era. Me senté en la cama y dije: ¿papá?, ¿Papá, eres tú?, lo vi moverse al pasillo así que me levanté y lo seguí pero se detuvo a mitad de pasillo, mis ojos no podían creer lo que veían, la muñeca que mi papa había arrojado esta tarde en la basura estaba allí parada, grité y corrí lo más fuerte que podía y resbalé con algo que estaba derramado en el suelo, mi papá salió de su habitación por los gritos y cuando me vio sólo dijo: ¿cariño, que has hecho?, lo que había en el suelo era un gran charco de sangre que provenía de un perro muerto abierto por el estómago y unas tijeras para recortar estaban a su lado, yo estaba toda machada de sangre desde la palma de las manos hasta la pijama, intenté explicarle a mi papá lo que vi pero fue inútil, él me miraba horrorizado llorando, mirando fijo a un mensaje en la pared que decía “solo estaba jugando”. Mi papa fue a la cocina, buscó unos trapos, un balde y se puso a limpiar la sangre, el perro lo recogió en varias bolsas negras y lo llevó al patio para quemarlo, yo no podía hablar, no sabía qué decir, él se acercó a mí y me preguntó ¿Por qué hiciste esto?, yo sólo moví mi cabeza diciendo “no”, no podía hacer nada más, aún estaba aterrada. Él me miró y me dijo “vete a tu cuarto” y yo me fui corriendo, me quité el pijama y me duché.

La  mañana siguiente el desayuno estaba listo, pero mi papá no estaba sentado en la mesa como de costumbre antes de ir a trabajar. Esperé el bus para ir al colegio y ya de regreso en la casa, intenté llamar a mi papá pero parece que aún no había  vuelto del trabajo, fui camino a mi cuarto cuando un olor a podrido llegó a mi nariz, abrí la puerta de mi cuarto y grité, grité y lloré hasta no más poder, todo estaba rojo lleno de sangre y habían varios animales despedazados por toda la habitación y escrito con sangre en las paredes decía ¿vas a correr esta noche? Retrocedí y justo allí estaba mi papá llegando del trabajo, quizás pensando que yo estaba loca, sobre mi cama estaba esa muñeca pero ya no se parecía en nada con la que jugaba mi hermana, ésta tenía una mueca burlona en la cara y una mirada que te daba escalofríos, dije “fue la muñeca, papá, fue la muñeca” llorando sólo que él no me creyó, otra vez limpió todo, quemó los restos de los animales y también la muñeca, me dijo que ya no podía salir más de la casa, que no iría al colegio y que no podía jugar ni hablar con los vecinos. Esa noche mi papá recibió una llamada, se dirigió a mi cuarto, se aseguró que yo estuviera en la cama, cerró la puerta y se fue. Unos pasos y ruidos muy fuertes me despertaron en medio de la noche, estaba asustada me cubrí con la sabana hasta la mitad del rostro y vi como la manilla de la puerta se movió, alguien o algo venia por mí, de pronto se detuvo y los ruidos cesaron, estaba asustada y no quería moverme, hasta que escuché la voz de mi papá diciendo “¿Mariana, qué haces despierta a esta hora?”, él estaba en la casa así que me sientía más segura, pero por un segundo pensé: “yo estoy en la cama, papá no puede estar hablando conmigo”. Un grito de mi papá y fuertes golpes se escucharon afuera de mi habitación, asustada me escondí debajo de mi cama, podía oír a mi papa gritando y pidiendo auxilio como si estuviera siendo torturado. No salí de mi cama hasta por la mañana temblado de miedo, abrí la puerta y caminé hasta la sala donde un rastro de sangre que venía desde la cocina hasta en el centro de la sala, allí estaba mi papá abierto, sin ojos, sin dedos, la muñeca recostada de él y en el suelo escrito con sagre decía “nunca más te va a pegar, así siempre podrás jugar conmigo ¿vamos a jugar?”, la policía entró y vio la escena, fui llevada a una corte de menores y luego trasladada a un psiquiatra. Ya tengo 16 años y todos los días desde la muerte de mi padre sé que ella está allí, esperando que salga para ir a jugar con ella.