Corría el mes de noviembre del año 1974, en la Huasteca Potosina, prestando mi servicio en el 5º Regimiento de Caballería, como soldado me toca hacer la Guardia nocturna de madrugada en un puesto donde se ubicaba el depósito de armas, es la temporada donde inician los nortes, el viento frio antes de iniciar el invierno, la neblina comienza a cubrirlo todo con su manto espeso, la visibilidad baja a menos de tres metros, el frio empieza a calar a pesar del abrigo, no es el frio del ambiente, es un frio como de temor, de que algo que no es normal va a ocurrir, me muevo hacia la sombra de un gran y añejo árbol y me cobijo debajo de el, el color de mi uniforme ayuda a mimetizar mi figura y me oculta de cualquier posible observador, a parte de darme cobijo. Y de pronto……..comienza el aullido de los perros, primero bajo, muy bajo, poco después aumenta su intensidad, se siente que un escalofrío sube por la espalda hacia la nuca, mantengo mi arma empuñada en un acto reflejo de defensa, como esperando algo, mi compañero mas cercano se encuentra a 50 metros de mi posición, pero la niebla impide la visión, son las dos de la mañana, falta mucho para que venga mi relevo, y de pronto, allí estaba, la sangre se congela al escucharlo, no se puede adivinar de donde procede el sonido, es un grito que inicia poco a poco hasta volverse audible, algo que no es de este mundo, es totalmente irreal, solamente un gran alarido, que pasa a una gran velocidad, y poco después, se genera el caos, gritos de alerta de todos los centinelas, todo el dispositivo de seguridad del cuartel entra en acción, me envían refuerzos, cubrimos nuestro lugar a los cuatro puntos cardinales, los oficiales y los sargentos desesperados giran una gran cantidad de ordenes, pero al final nunca se descubre que fue, únicamente nos queda una sensación irreal en todos nosotros, somos mas de 50 hombres y nos sentimos desprotegidos, no sabemos como defendernos de algo que no existe……..al día de hoy la pregunta es ¿qué fue?