Mucho antes de que existiese la videncia y tarot, los amuletos fueron adoptados por los caldeos como respuesta a su necesidad de que los conjuros mágicos quedasen plasmados permanentemente.
Para los caldeos, al igual que ocurre en el tarot gitano, las palabras escritas tenían el mismo valor y poder que aquello que representaban; siguen las tradiciones mágicas del «paralelismo» o «simpatía», imitando aquello de lo cual pretenden defenderse: si se desea un amuleto protector ante la agresión de un animal, se construirá utilizando las mismas armas defensivas que posee ese animal (dientes, garras, uñas, etc.) y se utilizará exhibiéndolo claramente (como collar, prendiéndolo en el escudo u otra arma de guerra).
Si se pretendía curarse de una enfermedad, se buscaban las plantas o hierbas que poseían efectos sobre esa enfermedad y se adoptaban como amuletos, considerando que su sola presencia alejaría a su portador de la posibilidad de caer enfermo.
La cultura caldea y mesopotámica atribuía a genios buenos y maléficos la facultad de modificar destinos y circunstancias; respecto a los negativos mantenían la necesidad de neutralizarlos controlándolos a través de los amuletos.
El amuleto de Utug recibía este nombre de Utug, rey de los demonios provocador de la enfermedad y la locura, los brujos y exorcistas trataban de alejar a Utug del enfermo físico o mental a través de una serie de ritos, por ejemplo la colocación por parte del mago de un trozo de tela azul en su cabeza al tiempo que tocaba al enfermo con una madera que llevaba dibujada la figura terrible de Utug. La creencia atribuía a este amuleto una ley típica de la magia «simpática»: al verse representado de forma tan terrorífica el demonio se asustaba y abandonaba el cuerpo del poseído enfermo recuperando éste la normalidad.
En las puertas de los hogares mesopotámicos era frecuente ver textos escritos sobre exorcismos que servían de protección para sus moradores: antes de que se produjera el mal, lo expresaban y lo relataban en sus escritos, contribuyendo así a ahuyentarlo.
En piedras circulares se esculpían símbolos sagrados que hacían referencia a los dioses: esas piedras se colgaban al cuello como collares se colocaban en puertas y ventanas de las casas, siempre con carácter preventivo.
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