Desde muy niña, siempre me han gustado los gatos. A mi madre no le agradaba mucho la idea de que tuviera mininos, pero aún así me dejaba tener uno en casa, y cuando moría o se iba de casa, ella me regalaba otro para que no me sintiera tan triste.

Siempre me han dicho que los animales tienen un sentido para detectar cosas que nosotros los humanos somos incapaces de notar. Nunca noté nada extraño en mis gatos, pues desde que me mude, empecé a rescatar felinos de la calle y ninguno tuvo ninguna actitud extraña para predecir eventos.

En mi tiempo libre siempre estoy jugando con mis gatos, hasta les hablo y ellos suelen mirarme y maullar. Pero con el tiempo, mi gatito más joven cambió de actitud cuando jugaba de esta manera con él.

Me mudé recientemente de lugar y me llevé mis gatitos conmigo. El lugar parecía algo sucio y abandonado, pero con el tiempo tomó un aire acogedor y familiar, así que me acostumbré rápidamente a este nuevo hogar.

Con el tiempo logré notar que mis gatos no actuaban como siempre lo hacían. Se notaban algo ariscos y agresivos y ni siquiera les gustaba acercarse a mí. Supuse que la mudanza les afecto y todavía no se acostumbraban al nuevo lugar, así que simplemente no le di importancia y seguí mi vida normal.

Todo cambió cuando un día cuando el minino más joven de la camada se quedaba viendo mi rostro y me bufaba lo cual me pareció extraño, e intentaba acercármele pero tampoco dejaba. Así pasaron varios días, hasta que en un momento, mientras el gato bufaba, me miré al espejo por un instante y vi que detrás de mi, estaba una anciana de aspecto demacrado sonriendo con sus dientes casi negros. Me asusté y corrí a buscar al dependiente del edificio. El me comentó que esa mujer solía recurrir a hechizos y fuerzas oscuras, y que en uno de sus rituales, se incendió el apartamento, quemándose con ella. Ahora su espíritu vive allí, acechando a quien decida ocupar su apartamento.