En vida también el ka debía ser protegido, sobre todo de las enfermedades y de los avatares del destino. Respecto a las enfermedades —debidas a causas sobrenaturales—, se creía que quien las sufría se había visto invadido por un ka extraño que debía ser expulsado mediante conjuros mágicos. Del mismo modo, para prevenir estas influencias malignas se imponía el uso de amuletos y talismanes.

Estos amuletos eran elaborados por magos y médicos especialistas en la lectura de cartas y se construían a base de maderas preciosas, metales o arcillas esmaltadas y decoradas. Reproducían los símbolos que también encontramos en los jeroglíficos con los significados de vida, salud, fuerza, fecundidad, belleza, fortaleza, protección, etc.

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Otros amuletos y talismanes que adornaban con profusión los cuellos, brazos, piernas e incluso las vestimentas de los egipcios, en forma de collares, pulseras o colgantes, tenían que ver con las deidades: Ra, el dios sol, Isis, Osiris, Horus, Thot, cada una de ellas consagrada a un fin específico y dispensando una protección específica.

La preocupación por la muerte y el más allá entre los egipcios queda demostrada por el conjunto de manuscritos de carácter escatológico conocido como El libro de los muertos. Este formulario sagrado, talismán de talismanes, era depositado siempre junto al cuerpo embalsamado de los difuntos y contenía conjuros y brujeria para el amor, recitarios sagrados que habrían de permitir al difunto afrontar con éxito las batallas contra los demonios y monstruos que tratarían de impedir que su ba franqueara las fronteras de lo meramente humano.

El ojo de Horus es otro de los amuletos que aparece con frecuencia en los ritos mágicos egipcios, tsta relacionado con una leyenda de celos y venganzas entre dioses. Horus, concebido por Isis para que llevara a cabo la venganza por la muerte de su padre, Osiris, en manos del asesino Seth, pierde un ojo en la contienda, aunque consigue acabar con Seth. El dios Toth, admirado ante esa demostración de amor filial, recoge el ojo y lo deposita sobre la lengua del difunto Osi-ns, obrando entonces sobre éste la gran magia de devolverle a la vida.

Por ello es frecuente encontrar amuletos en forma de ojo tallados en madera o en piedras y metales, dibujados en telas, etcétera— entre los cuerpos embalsamados de las tumbas egipcias, aunque también era usado en vida, sobre todo en collares y pulseras.

Las cabezas de serpientes adquirían también poder talismánico en gipto, y de ellas se decía que obraban contra los peligrosos reptiles que poblaban los corredores del infierno. Se encuentran esculpidas en mascaras funerarias, en piedras preciosas que forman parte del atuendo de los muertos, dibujadas en papiros y telas, en textos sagrados…

Tal vez el amuleto más popular el que aparece en mayor número’ entre los restos de esta civilización, sea el escarabajo, considerado sagrado. Llevar una reproducción de estos insectos equivalía a asegurarse en cierto modo la persistencia y la fuerza de la que hacen gala al arrastrar bolas de barro que superan en mucho su propio peso; para aquel^ que soñara con una vida en el más allá era imprescindible llevarse a la tumba la imagen del escarabajo.

Se construían con los elementos mas diversos, desde los más vulgares hasta los más nobles —marfil, oro y plata, en madera, en esteatita (una piedra esmaltada de color verdoso que con el tiempo se volvía gris)—, y servía tanto para dijes como para pendientes, toda clase de sortijas, collares, ornamentos de vestiduras y armaduras, etc.

Muchos historiadores coinciden en el planteamiento de que la cul-tura de la antigua Grecia es una síntesis de otras dos: una indoeuropea, patriarcal, pastoril, que alcanza las costas mediterráneas con sus movimientos de población, y otra ya asentada a orillas del Mediterráneo, que sería agraria, matriarcal.

Así, Zeus, dios indoeuropeo del cielo que responde a una sociedadpatriarcal, en la que el hombre juega un papel preponderante, se encuentra con Demeter, la tierra madre, que vive en el Olimpo, fruto de una civilización matriarcal, agraria, en la que el trabajo de la mujer le confiere a ésta un especial estatus en la organización social.

Estas dos culturas pueden fundirse porque se complementan y de ellas surge una nueva que se reafirma en el territorio. Dispone, en sus inicios, de connotaciones mágicas, totémicas, animistas.

El culto a la muerte ocupa un lugar de honor en las creencias prehelénicas. En cada familia y en cada grupo social se rendía homenaje a los jefes, a los reyes, a los héroes —palabra ésta que significa protector—, y así se han encontrado ricas tumbas cupulares de la edad micénica.

Estos protectores habrían de convertirse en dioses. Pero también, había otro tipo de deidades, identificadas con la Naturaleza. Así, Diana era la diosa de la caza y se representaba con la figura del ciervo.

En un aspecto teogénico, la cultura griega crea una genealogía de dioses, con sus respectivas representaciones, que habría de servir para explicar la génesis del mundo y las grandes dudas del hombre.

Para los avatares diarios, la sociedad griega se sirve de la observación de la naturaleza para conjurar el mal. De este contacto con lo natural surge un buen número de amuletos con los cuales se buscaba protección, por mimetismo, frente a enfermedades y desgracias: la grasa de lobo, la hiel de cabra y de jabalí, las orejas y el hígado del ratón, el huevo de serpiente, la lengua del zorro, los excrementos del gorrión y el cuervo, la lengua del camaleón, las patas del buitre, las tabas de hiena, los primeros dientes que le caen al potro.

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