El olor nauseabundo que desprende su cuerpo quemado penetra en mis fosas nasales, dejándome mareado. El incendio es nefasto. Trato de taparme con mi camisa el rostro, pero al estar agujereada por el fuego es lo mismo que no tener nada.
Siento retorcerse a mi cuerpo de tantas arcadas a las que se ve sometido, por el regusto asqueroso que quedó en mi paladar, y la impresión de asfixia que tengo en el cuello. Y siento mi sien derecha como si un taladro quisiera perforármela con todas sus fuerzas. ¡No doy más!
Ahora necesito silencio, abrir mi mente y dejar entrar un poco de paz. Escaparme de este infierno que me rodea y sacar de mi mente las figuras que veo en el humo, y que yo diviso como verdaderas formas espectrales. Lloro por el efecto de él. Necesito cobijarme en el silencio.
Estoy tan perdido y desorientado que no sé para qué lado correr.

leyenda-del-vampiro

¡Cómo me pasó esto a mí, con más de cien años de existencia! No comprendo cómo logró hallarme tan desamparado y con la guardia baja habiendo vivido tantos años, debería tener más experiencia, precaución y yo no la tuve.

Hace muchos años, recuerdo, pasé por una experiencia parecida. Hice creer a todos que había fallecido y me alejé de todos para empezar una vida nueva. Tal como si fuera un ladrón barato, me escapé. Dejé todo lo que poseía, mis seres más queridos, mis bienes materiales y huí.

Viajé durante muchos meses por lo que era la vieja Europa, hasta que encontré un lugar que colmó –en aquel entonces- todas mis expectativas, pues era tranquilo y no era muy habitado. Al tiempo vino más gente al lugar que me acusó de hacer brujería.
Al poco tiempo me acusaron, me juzgaron y me condenaron a morir quemado en una hoguera.

Los que asistieron con regocijo a mi ejecución, quedaron horrorizados al ver que mi cuerpo, quemado hasta lo más profundo de los huesos, aún tenía movimiento. Ahí se convencieron que yo era el diablo, y el terror hizo que me enterraran en la tumba más profunda del cementerio de aquel lugar.

Pasé mucho, mucho tiempo enterrado vivo. En ese período mi piel y todo mi cuerpo fue l regenerándose lentamente. Huesos, tendones, órganos vitales, piel y cartílago, crecieron de la nada.

Por ese motivo de lo que estoy seguro es que no quiero pasar por una segunda experiencia de ese tipo, si bien sigo vivo, los dolores que sufrí fueron terribles.

Trato de calmarme lo más que puedo, para tomar una decisión correcta y no caer en la desesperación, y a mi alrededor veo fuego, humo y a lo lejos diviso al padre Jacinto.

Sí ¡es él! Él quien no hace mucho tiempo me ayudó cuando yo no tenía rumbo definido y estaba perdido entre la vagancia, el alcohol y otros vicios. Tanto me ayudó, que en vez de estar unos días en su hogar, pasé a estar un mes, y luego así, no sé de qué manera fueron alrededor de 2 o tres años los que convivimos. ¡Me ayudó muchísimo!

Así es que lo llamé, a gritos, para que pudiera escucharme. Pero resultó ser mi peor enemigo, puesto que según me dijo, -antes de clavarme la estaca que tenía en la mano-, esperó mucho tiempo por este momento y lo planeó todo.
¿Que cómo lo logró?
Según dijo primero se ganó mi confianza.

-“Sabía que llegaría este momento” – dijo –

¿Por qué no lo hiciste antes? – pregunté –

-“Porque quise hacerlo bien, para tener certeza que no vivirás nuevamente. Es la única manera de deshacerse de un vampiro”.
-“¿O pretendes resurgir como la vez anterior?”-
-¡No puedo creerlo Jacinto!

-Pues siempre hay un vivo para otro más vivo. -dijo-
-“Ah…y no me llames Jacinto”, -dijo-.
-“Mi verdadero nombre es Conde Jacinto”.
Y alzando la mano como agradeciendo al cielo, me clavó la estaca en el pecho. Se trataba de un ajuste de cuentas del pasado, que yo casi no recordaba. Pero, pasó.