Cuando María era pequeña le gustaba jugar mucho con su padre, ella decía que era el hombre más divertido del planeta y que desearía encontrar un hombre como el para casarse y que también jugara así con sus hijos.
Los años transcurrieron María se casó y tuvo dos hijos, su padre quien ahora ya era viejo seguía siendo igual de juguetón que cuando ella era niña pero a ella ya no le parecía divertido sus jugarretas, un día el padre de maría le hizo una broma muy pesada que la hizo enojar demasiado y le dijo que el día que el muriera ella se vestiría de rojo.
Su padre soltó la carcajada pues él pensó que era una rabieta más de su hija y siguió haciéndole travesuras, pero se dio cuenta de que lo que ella había dicho fue muy enserio cuando tomo a sus hijos y se marchó muy molesta. María no regreso por un largo tiempo a casa de su padre, una tarde mientras María preparaba la comida tocaron a la puerta y cuando fue a abrir vio a su padre frente a ella, el señor le pidió ver a sus nietos y ella dijo que la pequeña estaba dormida pero que podía ver a el niño.
El señor comenzó a jugar con su nieto, como si presintiera que su muerte estaba cerca, ella invito a su padre a quedarse a comer con ellos a lo que el señor acepto inmediatamente, antes de irse se despidió de su nieto abrazándolo fuertemente y susurrándole al oído unas palabras.
Cuando llego la hora de dormir, como cada noche María fue a recostar a sus pequeños y pregunto a su hijo que le había dicho su abuelo, el niño le dijo que no había entendido a que se refería cuando le dijo “tú eres el principio y yo soy el final” en ese momento de los ojos de María corrieron unas lágrimas.
A los pocos días ella recibió una llamada donde le decían que su padre había muerto mientras dormía, tres días después del entierro de su padre y mientras María dormía escucho la voz del señor llamándola cuando abrió los ojos vio a su padre parado a los pies de la cama y le dijo “no olvides tu promesa”. Cuando ella despertó conto a su esposo lo sucedido pero ella no recordaba cual había sido su promesa, desde ese día el espíritu de su padre regresaba cada noche a decirle lo mismo hasta que un día su hija entro a su habitación y le dijo que su abuelo le había pedido que el recordara vestirse de rojo.
A partir de ese día el anciano no volvió a regresar y María pudo cumplir su promesa.
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