Aparte de esos aspectos que se reducen, en último término, a «cuestiones personales», el brote de los hechizos de carácter colectivo tiene su raíz en la bula Summis desiderantibus affectibus (1484) de Inocencio VIII, en la que el pontífice lamenta que en los últimos tiempos «en ciertas regiones de Mayenza, Tréveris, Salzburgo y Bremen, numerosas personas de ambos sexos, con desprecio de su propia salvación y de la fe cristiana, se entregan a demonios que se revisten de apariencia humana de uno y otro sexo… «El documento había de remover los obstáculos que se oponían a la acción antibrujesca, en Alemania, de los dominicos Spranger y Krámer.

Jacob Burckardt señala, como algo significativo, que los decretos y bulas de los Papas se refieren muy principalmente a la región de Lombardía y especialmente a las diócesis donde los dominicos tenían mayor predicamento.


brujis

Los citados Spranger y Krámer en su Malleus maleficarum (Martillo de las maléficas), aparecido hacia 1486, indican que en el año de la promulgación de la bula papal fueron quemadas 5 en Como 41 brujas.

En 1510 conocieron los rigores í de la hoguera 140 brujas de Brescia y cuatro años más tarde siguieron la misma suerte trescientas personas acusadas de entregarse a los maleficios y asistir a los sabbats en Como. Llegó a decirse que en cierta reunión brujeria de amor que tuvo lugar en Brescia, acudieron nada menos que 25.000 personas. En la región de Valcanópica fueron apresadas como sospechosas de brujería unas 5.000 personas.

De todos esos procesos han desaparecido los antecedentes que pudieran ilustramos sobre la índole religiosa de algunas de tales brujas, o sea, que doctrinas paganas perduraban en ellas. ¿Adoraban a Diana y a Fauno? Sólo nos han llegado los clásicos conceptos brujescos que dictaban los inquisidores, muy interesados en destacar lo antisocial y exagerarlo, si era necesario, y en silenciar toda idea de índole religiosa.

La strega, maestra en el «veneficium»

Según Burckhard la brujería del norte de «sueños histéricos, largos viajes aéreos, íncubos y súcubos» no se extendió demasiado en el resto de Italia porque el país «tenía ya su propia stregonería plenamente desarrollada que se basaba en premisas esencialmente distintas». Dirá el prestigioso autor de La cultura del Renacimiento en Italia que el campo de cultivo de la strega italiana es el de los asuntos amorosos ora fuese despertando volcánicas pasiones o creando desengaños y olvido. Acude a Are-tino para informarse de los procedimientos hechicerescos utilizados por las cortesanas romanas: cabellos de muerto, suelas de zapato rescatadas de algún sepulcro, huesos de cráneo, dientes y ojos de cadáveres, etc. Un tétrico repertorio figuraba en los anaqueles de las casas galantes junto a pomos de perfume y sustancias afrodisíacas.

Pero consideramos que el deseo de contraponer dos tipos de brujería en Italia falsea un tanto los aspectos comunes que siempre aparecen en cualquier forma de «verdadera» brujería: el culto al mal por el mal. En este sentido puede afirmarse que la brujería italiana adquirió una especial importancia por el veneficium, es decir, por el arte de confeccionar venenos. Llega a decir Girolamo Cardano que algunas brujas de Saluzzo confeccionaban un veneno tan potente que actuaba desde el dintel de una puerta sobre quienes pasaban por ella. Francesco María Guazzo se refiere a venenos aromáticos que actuaban cuando se respiraban y a otros de simple aplicación cutánea, que se colocaban sobre los vestidos de una persona.

veneficium