En la preparatoria tuve un compañero que nos aseguraba podía comunicarse con cualquier muerto a través de la ouija, esta persona comenzaba a interesarse por la magia negra y por esto muchos compañeros comenzaron a temerle.

En una ocasión que tuvimos horas muertas fuimos a su casa para echar cotorreo, sin preguntarnos si queríamos jugar a la ouija la coloco en una mesa de centro y decidimos seguirle la corriente. Yo fui uno de los primeros en jugar y para ser sincero, la tabla nunca se movió. Otro llamado Antonio si jugo y con el sí funciono.

Según Alberto el experto jugar en grupo no funcionaba porque alguien no podía calcular la fuerza y moverla intencionalmente, que lo mejor era que jugaran entre dos. Comenzamos a hacerle preguntas algunas muy bobas como ¿le gusto a Laura?, etcétera, hasta que pasamos a las interrogantes fuertes como quién sería el primero en morir.

En la tabla se formó el nombre te Toño, obvio era entre él y yo, preguntamos de nuevo qué Toño porque somos dos y de nuevo se formó Toño. No le di mucha importancia porque en algunas preguntas que le hicimos me di cuenta que había fallado.

Paso el tiempo, incluso ya estaba en la universidad y me aleje de varios compañeros de la preparatoria. Una noche le hable a una de mis amigas llamada Leticia y me dijo que tenía poco que se había visto con algunos compañeros porque habían ido al sepelio de Toño. La noticia me impacto mucho porque era de mi edad, tenía la vida por delante.

Su muerte de acuerdo a los papas de este amigo fue de una forma extraña, nunca dijeron de qué murió realmente entonces me acorde de este incidente que habíamos vivido. Y la verdad si me entro miedo porque sentía que el siguiente en morir seria yo, sin embargo todo pudo tratarse de una macabra coincidencia.