En 2001 de Carol Sue Elvaker, quien junto a su hija, Tammy Roach, y dos de sus nietos, de 10 y 15 años, practicaron, como era habitual en ellos una sesión espiritista con un tablero ouija en su residencia de Nuevo México. Todo aparentaba la misma normalidad de siempre, pero cambió cuando el marido de Tammy y padre de los pequeños, Brian Roach, regresó a la casa tras el trabajo, interrumpiendo la sesión.

Carol entró en un extraño trance y no contestó al saludo de Brian. Sus ojos clavados en el tablero, indicaban que algo no iba bien. Pasaron unos segundos eternos, antes de que la mujer reaccionara y de manera calmada, se levantó mientras Brian se acercaba para asistirla. Seguramente sólo noto un fuerte golpe en el pecho mientras escuchaba a su suegra decir Dios me lo ordenó, y debías morir. La hija y los nietos contemplaron aterrorizados como su esposo y padre caía con el corazón seccionado en dos partes.

La abuela ordenó a Tammy y a los chicos montar en el coche familiar, emprendiendo la huida de la escena sin hacer caso a sus ruegos. Pero la furia asesina de la abuela no se detuvo ahí, y en determinado momento expresó que los chicos también debían morir y estrelló el auto contra unas señales con el objetivo de matarlos.

Por suerte todos resultaron ilesos excepto ella, quien con los dos tobillos rotos saltó por la ventanilla con el objetivo de arrastrar a sus nietos hasta el tráfico.

Sin lograrlo y herida, arrancó sus ropas antes de emprender una salvaje huida en la noche por el bosque. Decenas de agentes con perros la persiguieron hasta darle caza. Carol fue absuelta de los cargos de asesinato en primer grado consumado y 3 tentativas.

El jurado valoró su impecable historial de abuela absolutamente normal, y consideró que los hechos se produjeron en un estado ajeno a su voluntad.