Quién iba a decir que hace aproximadamente tres años iba a vivir una de las experiencias más aterradoras de toda mi vida. Debido a que al llegar la tan esperada noche del 31 de octubre, día en el que se celebra, año tras año en varios países como Canadá, Estados Unidos, Irlanda o Reino Unido y, en menor medida en el resto del mundo, incluidas Latinoamérica y España, la muy conocida noche de Halloween.

Como ya, es costumbre planificamos en familia todo lo que vamos a realizar esa noche, como por ejemplo seleccionar las comidas y caramelos que preparamos y llevamos al momento de salir a visitar las denominadas casa embrujadas, el atuendo o disfraz que nos colocaremos tomando siempre en cuenta que sea extravagante, que cause miedo y por supuesto que sea poco común, seleccionamos las lecturas de historias de espanto y el visionado de películas de terror. Además, que luciéramos algunos colores tradicionales para esa fecha como el naranja, el negro o el morado y, de esa manera, generar pánico al transitar por las calles, pero este año sucedió algo que nunca podré olvidar, mi vecino al igual que todas las personas que vivimos en la vecindad el “Paraíso Encantado”, tenemos la tradición de celebrar este espeluznante día. Y por ese motivo, me pidió el favor que le diese mi visto bueno a su decoración de Halloween, yo no vi ningún problema y de inmediato le dije que con mucho gusto.

Al llegar a su casa sentí una sensación de escalofríos, se me enchinó la piel, las manos me sudaban y no podía quedarme en un sólo sitio del temblor que tenía en todo el cuerpo. Todo ello fue porque en la casa había mucha sangre regada por todos lados, habían dedos humanos tendidos en las ventanas y puertas, así como también cabezas sin cabellos, ni ojos y con sonrisas casi que obligadas y pintadas de color morado, en la entrada a la casa había un esqueleto humano vestido de novia, entre otras cosas realmente espantosas.

Como han de imaginarse le pregunté a mi vecino el por qué esa decoración y por qué todo parecía ser tan real, el con una sonrisa en la cara me dijo que no parecía ser real sino que eran reales y que pertenecían a los cuerpos de sus hijos desmembrados.

Sin pensarlo dos veces salí corriendo y les conté a mis padres. Ellos no me creyeron y se fueron a cenar con el vecino esa misma noche, lo peor es que aún no han regresado a la casa. ¿Qué creen ustedes que les haya sucedido?