La mujer hace tiempo sospechaba que su esposo la engañaba.
Cuando por fin dejó de lado su falta de coraje, comprobó al seguirlo, que a la salida de su trabajo, efectivamente una joven rubia besaba a su marido, como si fuera una novia en pleno éxtasis.
Tragó veneno… Se secó las lágrimas que sin permiso se instalaron en su rostro, y que no lograba secar, pues no paraban de salir, y salió corriendo de allí.
-¡Veinte años de matrimonio no se pueden tirar a la basura de esta manera! – pensaba.
-No fui una mala esposa, y me considero una mujer muy buena- hablaba sola…
Esa noche era treinta y uno de diciembre, y ya habían quedado con su esposo en que llegaría “tardísimo” porque tendría una despedida en el trabajo, con todos los gerentes…
-¡Vaya a saber cuántas de sus “reuniones” serían con esta mujer, y como una idiota no me di cuenta- se repetía una y otra vez de camino a su casa.
Creía en él porque fue el único hombre de su vida, su único novio, su esposo y padre de sus dos hijos.
Hoy todo habría terminado. Se le partió el corazón.
Tampoco podría compararse con esta rubia, cuyo físico y rostro parecían perfectos.
-¿Cómo sería yo con veinte años menos?- supongo que parecida, pensaba sin consuelo.
Llegó a su casa, se mostró frente a sus hijos como si nada ocurriera. Nadie lo sospechó. Preparó un exquisito pavo, y un postre excelente, parecía hecho por una verdadera chef profesional…
Cuando el reloj marcó las doce, brindó con toda su familia, y cuando chocó la copa con su marido, -que llegó casi sobre la hora de la cena-, lo miró de frente y le dijo que tenía deseos de hacer el amor como nunca. Que estaba orgullosa de él. Y que tenía preparada una sorpresa.
Cuando llegaron al dormitorio, una botella de champagne los esperaba de manera seductora envuelta en un mantel blanco…
Ella le dijo “espérame”, y volvió con dos copas, con su conjunto negro de encaje casi ni le cubría los pechos.
-¡Qué hermosa estás!- dijo él, pero ella tuvo que contenerse para no vomitar en su cara.
-¡Gracias mi amor!- se limitó a contestar y decir: “-toma tu copa y brindemos antes de hacer el amor-”.
Al brindar lo miró a los ojos, y le dijo que lo amó toda su vida.
Cuando brindaron, él bebió y justo en el momento en que ella debía beber, hizo un gesto de dolor y se tocó el abdomen, como si le doliera…y volcó su copa.
A los cinco minutos, el que habría caído con un dolor fortísimo y verdadero era su esposo, el champagne tenía el dolor de una mujer defraudada, y estaba exquisito, salvo que contenía otro ingrediente más: veneno de ratas.
Cuando él empezó a retorcerse de dolor, llegó a decirle a su mujer: -mi amor, debe ser algo que comimos en la cena que nos cayó mal”…
Ella enderezándose de su falso dolor dijo: -Efectivamente: me cayó muy mal que me engañaras…
Sólo se le da veneno de ratas a las ratas.
Y yo, yo -repitió-; siempre te fui fiel.
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