Anastasia tenía una amiga cuyo novio era hijo único y cuando se casó fue a vivir con sus suegros, su hijo igualmente fue el primer nieto de ambas familias, es decir; que era el primogénito en todo. Todo fue perfecto hasta que el niño creció y lo llevaron al pre-escolar, pero comenzó a escuchar a su hijo hablar de un tal Fabián que lo fastidiaba todo el tiempo, le tumbaba las acuarelas y la maestra lo castigaba por desordenado.
De tantas quejas le dijo a la maestra que ese niño llamado “Fabián” molestaba mucho a Jorge, pero para su sorpresa la maestra le respondió que no tenía en su salón a ningún alumno llamado “Fabián”, tampoco en los otros salones, por lo que lo llevaron al sicólogo quien tras una evaluación descubrió que era un simple amigo imaginario. Le hicieron unas terapias, pero nada, seguía peor y obsesionado pues “Fabián” lo asustaba incluso en su casa.
Decidió hablar con su esposo sobre el problema, quien se puso pálido cuando mencionó el nombre de “Fabián”, ¡no lo podía creer!, ya que cuando pequeño fue molestado por un amigo imaginario con ese nombre y ahora lo hacía con su hijo. Su esposo y su suegra retrocedieron al pasado recordando episodios sobrenaturales con un tal “Fabián”, un viejo amigo imaginario se activó cuando su esposo fue padre, porque tenía sus juguetes intactos y el tal “Fabián” le decía que eran de él, que se fuera de su cuarto.
Por tal motivo llamaron al Obispo de la Catedral San Felipe Nery para que fuera a bendecir la casa y sobre todo el cuarto de Jorge, su cama y sus juguetes tal cual como lo hicieron con su papá. Cuenta que durante el “Ritual de Exorcismo” los muñecos se movieron cayendo al piso y algo se deslizó por debajo de la cama.
El ente se alejó, no obstante cuando Jorge cumplió los 5 años el amigo imaginario “Fabián” se presentó en la fiesta y fue visto por otros niños a quienes estaba molestando.
Anastasia fue testigo de este episodio confuso ya que estuvo en ese cumpleaños porque hizo la torta y los pasapalos. Recuerda con temor como al cumpleañero le dio una furia y le decía a su mamá que “Fabián” se quería comer su torta, y efectivamente en el pastillaje quedó impresa la mano de un niño pequeño que asustó a los presente arruinando la reunión.
Anastasia termina su relato con esta aclaratoria: “En esa casa pasaban muchas cosas pero no sé por qué, ya que la abuela del niño era católica y religiosa, siempre rezaba su rosario y era Ministro Extraordinario de la Eucaristía muy amiga del los curas, incluso su esposo era Custodio del Santo Sepulcro y ella de la Virgen de la Dolorosa, de hecho eran los que arreglaban las imágenes en Semana Santa y cada uno tiene su cuento y de eso tengo muchos…”
Beto Ferrer había comentado que ellos regresaban, es decir; que pueden molestar de generación en generación, pues el amigo imaginario suele acercarse por una razón particular, si en un momento se aleja, puede que regrese por la misma razón, pero según los relatos es mucho más vengativo.
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