Es una noche de verano muy, pero muy cálida. Los parques están rodeados de una bruma espesa que no permite ver casi nada a través de ella. La irresistible vampiresa sale lentamente de su refugio, la noche la seduce…Su belleza es casi encandiladora, sus cabellos largos, larguísimos y brillantes, le cubren hasta la cintura. Está en busca de sangre, de sangre fresca. Así lo delata su lengua que se mueve alrededor de sus labios sucios de sangre.
En su mano tiene un cuchillo, también sucio. Necesita urgente sangre oxigenada, clavar sus filosos colmillos en un hombre que la excite.
De lejos se la puede ver, porque sobresale de todo lo demás.
Se relame sus labios y se interna en el bosque, parece un alma en pena, es decir, parece lo que es una vampiresa que deambula en busca de su alimento, de asesinar, de lamer, sangre… Busca una aldea dentro del bosque, la busca lentamente, tal cual fuera en cámara lenta, hasta que se percata que alguien más usurpó ese territorio: su territorio…
Se detiene y lo ve a él: un vampiro más que atractivo, sus ojos verdes y las cejas bien negras, lo hacen más perfecto aún. La mira de manera extraña, pero no le quita los ojos de encima. Desnudándola con la mirada, ve cómo ella se acerca… Esta vampiresa tiene ganas de matarlo, ¡y matarlo ahora mismo! Y va directamente hacia su cometido, pero él, le ganó de mano.
La tomó por la cintura, y tras una mirada penetrante, clavó sus filosos colmillos en el cuello blanco de ella.
Ella devuelve el mordisco, pero con el mismo acto de dulzura que el que le dio él. Y así, llenos de sangre, sus manos y bocas, se besan apasionadamente, dispuestos a matar juntos, a miles de humanos.
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