El cristianismo se introdujo en Finlandia desde Suecia en 1157, cuando los mitos y creencias germánicos estaban muy arraigados, por lo que era difícil erradicarlos. El resultado fue una mezcolanza de ritos cristianos y tradiciones paganas como el tarot del amor, mezclándose en muchos rituales ideas demonológicas con entes propios de los países nórdicos; los diablos empezaron a convivir con gnomos, duendes, elfos y otras fuerzas invisibles maléficas y benéficas. La primitiva brujería finlandesa, por tanto, trataba más de hechizos que de brujería, fuera esta satánica o «wicca».
La hechicería de los pobladores de Finlandia estaba tan extendida, desde los primeros siglos de nuestra era, que los fineses eran tenidos por magos en los países nórdicos, de manera parecida a como los caldeos estaban considerados en Oriente Medio y Roma. Los servidores de los poderosos acudían a Finlandia en busca de hechiceros cuando sus señores querían obtener algún hechizo para maleficiar a alguien. «Creer en los fineses» o «acudir a los fineses» fue una de las más importantes prohibiciones de las leyes noruegas después de que el cristianismo se asentó en el país.
Fue el obispo Conrad Bitz (1460-1489) quien condenó como pecados capitales el echar suertes, hacer profecías, interpretar sueños y utilizar encantamientos. Con las influencias sueca y germana no tardó en infiltrarse en Finlandia la idea de la brujería como secta adoradora del diablo y participante del sabbat en que se rendía pleitesía al enemigo del cristianismo. No tardaron, pues, en promulgarse leyes para perseguir a los brujos y brujas.
El primer juicio por brujería en Finlandia tuvo lugar el 1 de agosto de 1595, en Pernaja. IJna mujer fue encontrada culpable de causar desgracias y enfermedades con sus malfclrías y se la condenó a muerte. A partir de 1620 se incrementaron notablemente los juicios por brujería, sobre todo en las regiones de Pohjanmaa y Ahvenanmaa.
En Pohjanmaa la represión alcanzó su cota más alta en la década que empezaba en 1650, cuando cincuenta casos de brujería fueron llevados a los tribunales. Por el mismo tiempo, otros once juicios se celebraron en otras partes de Finlandia. Se calcula que en Finlandia sólo, fueron sentenciadas a muerte entre cincuenta y sesenta personas, aunque no todas ellas se cumplieron. Unas treinta condenas corresponden a la región de Pohjanmaa. Del total de condenados, diez eran hombres. Es muy significativo que todas las mujeres castigadas por el delito de hechicería llevaran nombres de origen sueco, mientras que los diez hombres ajusticiados ostentaban apelativos fineses. Ello viene a indicar que seguía creyéndose, incluso en pleno cristianismo, que únicamente los fineses podían ser verdaderos hechiceros, mientras que la diabólica brujería era más cosa de mujeres, sobre todo de las extranjeras.
A causa del incremento de la influencia germánica, las persecuciones se intensificaron en Ahvenanmaa entre 1666 y 1678. En 1666. un tribunal estudió la acusación de una mujer llamada Karin Persdotter, pordiosera y deficiente mental, contra trece mujeres hechiceras. En una solemne sesión jurídica, que se celebró en Finstróm en abril de dicho año, la denunciante y otras nueve mujeres fueron sentenciadas a ser decapitadas y quemados luego sus cuerpos.
En los artículos de guerra de 1683 quedó establecido que un hombre que causara la muerte por hechicería debía ser ahorcado, mientras que una mujer había de ser conducida a la hoguera. Más tarde, en 1734, se promulgó una ley especial contra la brujería, que llegaba algo tardía, quizá como profiláctica, y más para contentar al clero que para demostrar que en Finlandia estaban proliferando los brujos peligrosamente. Esta, y otras leyes que condenaban a muerte a los practicantes de la hechicería, brujería y artes adivinatorias, fueron abolidas en 1779, al mismo tiempo que en Suecia, aunque ya hacía años que no subía nadie al cadalso por tales delitos, creados por la intransigencia de exaltados religiosos y por el sadismo del populacho.
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