Ya son casi la una de la mañana y aún sigue dando vueltas. Se despide de sus padres antes de irse a dormir, y cae en la cuenta que todavía le falta levantar los libros del living, y revisar su cuenta de correo electrónico. Pero como también tiene hambre, se dirige a la cocina y prepara un sándwich.

persianas

Mientras toma la bandeja que llevará a su dormitorio, con su refresco y su apetitosa pero delgada cena, sabe que llegó la hora de ir a donde todas las noches no quiere: su cuarto.
Intenta quitar esa idea de la cabeza, y, con los libros y la bandeja va hacia su alcoba.

Enciende la computadora y se dispone a revisar y contestar a uno y cada uno de los e mails que recibió, aunque sean cadenas con mensajes de amor, las reenvía, las agradece, hace tiempo…

Luego de contestar todos los correos mientras cenaba su diminuto bocado,  luego de tantas horas de no ingerir nada, enciende la televisión y se engancha con cualquier programa que encuentre. Lo principal es evitarlo. Sí, no quiere escuchar eso que todas las noches escucha y que la perturba, y que no puede comentar con nadie más que con sus padres, por miedo a que se le rían en la cara y la traten de loca…”el ruido horroroso de las persianas de la casa de enfrente”. La altera terriblemente el sonido de esas persianas que caen de manera violenta, y esas manos culpables de dejarlas caer de esa forma, y aún peor, los ojos de esa persona que nunca vio, pero que está segura la observa cada noche…
Solamente una vez le pareció oír algo que la congeló de horror y que venía de esa casa: “A veces mueren, otras desaparecen y otra le rompo los huesos”.

Ya es muy tarde y su cuerpo le exige descanso. No encendió la luz, y cenó apenas con la luz del monitor de su PC. Se dirigió a la cama, lentamente para no hacer ningún ruido, incluso cuando ingresó a su cuarto se había quitado los zapatos, para que no lo oyera, pero es inevitable… las persianas que estuvieron cerradas hasta que él llegara se empezaron a levantar lentamente.
No supo qué hacer. El miedo la paralizó. Tendría que decidir si ir corriendo al dormitorio de sus padres, al living, o a la cama, pero hizo lo que más seguridad le daba: fue corriendo al dormitorio de sus padres y éstos otra vez le dirían lo de siempre: “ya no eres una niña, tienes 15 años”, “es normal que con este calor el vecino abra la ventana”…Cuando los padres se asoman por la ventana la ven cerrada.
De inmediato surge en la mente de sus padres el pensamiento “es una edad muy difícil”, “plena adolescencia”, “etapa de conflictos”, etc.

Sus padres se levantaron temprano, y se fueron a trabajar. Los padres la quisieron despertar para desayunar todos juntos en familia, pero al ver que no despertaba, prefirieron dejarla dormir.

Allí quedó dormida, hasta que un haz de luz que se coló por la ventana del dormitorio de sus padres la despertó. “¿Qué raro la ventana está abierta?” –pensó, ya que sus padres le tenían prohibido que la tocara, por todo esto del tema del miedo hacia la famosa ventana del vecino…
¿Pero entonces? ¿Quién había abierto las ventanas del dormitorio de sus padres?

Comenzaron a rodar por su mente mil y una ideas, desde “estoy volviéndome loca”, “traigo dolor de cabeza a mis padres”, “deben haber abierto la ventana los niños del barrio, jugando”, y así, fue cayendo rendida de nuevo. Cuando se disponía a recostarse nuevamente, sintió esa misma voz que le rondaba desde hacía tiempo. Esa voz cuyos ojos no conocía…solo que ahora se encontraba al lado de ella diciéndole “a veces mueren”.