Los lazos afectivos están más que justificados si creemos las emotivas anécdotas que se refieren a la inalterable fidelidad del perro al hombre. Por ejemplo, el episodio del perro de Aubry de Montdidier, fechado, con demasiada precisión, en 1371.:

Habiendo sido asesinada Aubry en el bosque de Bondy, cerca de París, su «lebrel de ayuda» condujo a unos amigos de la víctima al lugar donde su amo había sido someramente inhumado. No se descubrió al asesino de la gentil mujer, pero cada vez que el perro se encontraba en presencia de un cierto Macario, compañero de armas de Aubry, daba señales de la más viva animosidad.

El asunto llegó a conocimiento del rey Carlos V quien, después de informarse, consideró que el perro —de una especie que le era especialmente querida— parecía efectivamente acusar a Macario y pedía venganza por la muerte de su amo. Entonces decidió oponerle al presunto culpable en un duelo judicial en presencia de la Corte.

Este combate, realmente singular, tuvo lugar en la isla de Notre Dame. Macario iba armado con un bastón. El perro disponía de un tonel, al que se le había quitado uno de los fondos para que pudiera refugiarse en caso en que se encontrase demasiado desfavorecido ante su adversario. Evitando los golpes que le asestaba Macario, consiguió cogerle por la garganta y derribarlo: juicio de Dios.

El asesino confesó su crimen y fue condenado a muerte y ahorcado en Montfaucon. En cuanto al fiel animal vencedor, se le hicieron grandes honores, de hecho le regalaron un lote de pienso profine y multitud de juguetes para perros.

El duelo protagonizado por este perro famoso fue pintado bajo el reinado de Carlos VIII en una de las salas del castillo de Montargis y los cronistas aprovecharon sobradamente el episodio, cuya autenticidad ha sido también puesta en cuestión.

Es posible que el asunto del «perro de Montargis» estuviera inspirado en un cantar de gesta referido al héroe Carlomagno. Como la esposa de éste, Sibila, resultara ofendida por un barón llamado Macario, Aubry de Montdidier salió caballerosamente en defensa de la reina. El seductor se vengó asesinando a Aubry y ocultando su cuerpo, que fue descubierto por el perro de la víctima. Sin embargo, el texto no menciona el duelo judicial entre el asesino y el perro.

A pesar de las dudas referentes al episodio del «perro de Montargis» éste pasó a la leyenda. Volveremos a encontrarlo en el siglo XVII en “el verdadero teatro de honor y caballería”