Fui capaz de escuchar su respiración agitada claramente. Rápida, jadeante…
Iba por delante de mí, pero no mucho más, por lo que a ambos nos parecía inacabable esa corrida.

Ella giró su cabeza hacia mí, y escuché un pequeño grito, sollozos desgarrantes, y me di cuenta que no tenía forma de escapar. Estaba por llegar el final, no había escapatoria.
Los dos lo sabíamos.

Había llegado la hora y por más que corriera no lograría escapar.

De correr tan pero tan rápido, tropezó y cayó, y tuve que saltar para no pisarla. Intentó levantarse pero no tenía casi fuerzas, me miró fijamente y era obvio que había llegado su momento final.
Sentí una satisfacción que erizó todo mi cuerpo.

Me miró fijamente y sólo me dijo: “¿Por qué razón?”

¿Cómo podría explicarle que cada sollozo de ella para mí era un placer, un verdadero festín dentro de mi esencia, de mi ser?
¿Cómo decirle que cada vez que penetraba mi cuchilla dentro de su cuerpo, y en su rostro se dibujaba una expresión aún más profunda que la anterior, yo sentía un éxtasis indescriptible?

Su última mirada será inolvidable… Al menos eso me parece con cada víctima que cae en mis manos. El goce tan profundo que sentía en mis entrañas con cada grito desgarrador de ella, no lo podía explicar. Y, me detenía a observar cómo se desangraba.

¡Esa era mi felicidad más grande! Mirarla, en sus últimos suspiros. En las finales bocanadas de aire que apenas podía tomar.

Me quedé parado observando detenidamente mi obra de arte, su rostro casi perfecto, manchado de sangre, como hago con todas las demás.
Limpié “mi pincel” con mucho cuidado, y caminé hacia la noche que se presentaba más oscura que de costumbre, y fui desapareciendo lentamente del lugar, internándome en la oscuridad en busca del siguiente lienzo para mi próxima obra maestra de la esta noche.

leo