Tendría ocho años de edad, jugaba con mi hermano futbol y eran como las diez dela noche. El balón se voló a la azotea de la casa y fuimos por él; cuando lo agarramos, nos asomamos atrás de la casa y vimos a un niño que flotaba y le brillaban los ojos.

Nos dio mucho miedo y nos metimos a la casa.

Al día siguiente fuimos a donde estaba el niño y no encontramos pisadas o algo así esto ocurrió hace mucho, cuando en la colonia habían pocas casas y ninguno de los vecinos tenia niños pequeños.

Paso el tiempo y de repente este niño comenzó a aparecerse en la casa. La primera ves si nos impactó a todos. Eran como la una o dos de la madrugada cuando de repente escuchamos como tiraron los platos en la cocina; todos fuimos a ver y no había nada. También escuchábamos que pasaba corriendo en la sala y, pues nos daba miedo asomamos para ver que había. Mi mamá llamo a un cura, bendijo la casa y el asunto empeoro.

Una noche, mientras estaba en mi cama ya para dormir, sentí en mis pies un bulto. Yo estaba tapado de la cara, con la luz apagada; no podía ver bien. Sentí de nuevo el peso de alguien y de repente unas manos de niño estaban sobre mi cuerpo. Me arme de valor, me quite la cobija que me cubría el rostro y no había nadie.

A mi hermano le paso lo mismo, pero el si se puso a gritar. Lo que hicimos fue dormir ya con una luz encendida. Pasaron los días y todo regreso a la normalidad. Hasta la fecha seguimos viviendo en esa casa y ya no nos ocurrió nada extraño.