El señor hacía muchas horas iba manejando sobre la carretera. Su alrededor inhóspito, y el día caluroso de enero lo invitaron a apurar la marcha para llegar cuanto antes hacia la ciudad donde se dirigía.
Hacía horas y horas que ya estaba agotado de tanto manejar, y cambió en su equipo de música, tantos discos para que el viaje sea más ameno, que ya le dolía la cabeza. Nadie, nadie lo acompañaba hacia su destino. Pero le quedaba poco para llegar. Apuró su marcha y a lo lejos, le pareció ver una figura femenina, adolescente.
A medida que se acercaba, poco a poco desaceleraba la marcha, para ayudar a esta casi escuálida jovencita que estaba parada en una esquina haciendo dedo, y no bajó su mano hasta que él llegó al lugar y pudo subir al auto.
La chica tenía pelo largo, era hiper-delgada y subió al asiento trasero. “Siempre me subo en el asiento trasero señor”, dijo. -Gracias por ayudarme-…
-De nada- dijo el señor, y preguntó curioso qué hacía por esos lugares una niña sola.
-¿Vives cerca de aquí?
– No, no vivo cerca….
En eso, se aproximaban a una curva y la chica dice: “en esta curva me maté yo”. El conductor giró su cabeza y no vio a nadie. La chica ya no se encontraba en el auto. Desconcertado por lo sucedido perdió el dominio del volante.
Se cuenta que la chica es un alma en pena, y que a cada automóvil que pasa por esa curva, le hace dedo, para que sepa y viva en carne propia, lo que ella sufrió en ese accidente…
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