Cada ciudad tiene sus leyendas o mitos. Algunas están hechas por niños tratando de asustar a sus hermanos menores. Pero otras son muy ciertas.
A finales de los años 20 y principios de los 30 había una familia pobre que constaba de cuatro. El padre se llamaba Thomas, la madre María, el hijo de 13 años, John. Y por último, la mayor de 15 años se llamaba Kathy . Todos los días Thomas y John trabajaban en el campo, con la esperanza de traer algo para comer a casa. Los días que conseguían traer algo, Kathy y su madre se encargaban de preparar la cena.
Después de que comenzara la Gran Depresión, la vida se volvió más y más dura cada día. Los cultivos no crecían, por lo que tampoco conseguían ningún dinero. Con el tiempo se vieron obligados a vender su granja. Por suerte Thomas era muy amigo del pastor de su iglesia, y este les permitió permanecer ella.
La familia permaneció en la iglesia, sólo comían dos o tres veces a la semana. Comenzaron a hacer cualquier cosa para sobrevivir. John y Kathy robaban comida, pero no se lo decían a sus padres porque eran muy religiosos y creían que estaba mal. Su padre se pasaba la mayor parte de su tiempo orando para que Dios le ayudara a volver al camino. Todos los domingos durante la misa Thomas leía lecturas, dando gracias al Señor por dar a su familia un lugar para quedarse, pero todo el mundo podía decir por la mirada del pastor que por su ojos no estaba satisfecho.
Tras dos meses viviendo en la iglesia, se estaban muriendo de hambre. María se puso muy mal y el pastor les dijo que sólo podrían permanecer en la iglesia una semana más. Un par de días más tarde, cuando John y Kathy estaban robando alimentos, se encontraron con una casa medio derruída. En el jardín había una vieja hacha oxidada tirada en el suelo. Kathy lo cogió y se volvió hacia su hermano diciéndole: “Dios tiene un plan para nosotros”.
El sábado por la mañana temprano el pastor les despertó a las cinco de la mañana al gritó de ” ¡Fuera! “. Como respuesta la hija le golpeó con el hacha detrás de la cabeza, dejándolo fuera de combate. Cuando se despertó, sitió mucho dolor por todo el cuerpo, pero alcanzó a ver a Kathy levantar el brazo con el hacha para luego ver como le asestaba un golpe con ella, notando como la hoja se hundía en la carne de su pierna. No podía hacer nada porque estaba atado de pies y manos. No podía moverse. Ella le pasó el hacha al resto de su familia que se turnaron hasta que terminaron de masacrar el cuerpo. La familia con las puertas de la iglesia cerradas, comenzó a darse un festín con la carne del predicador.
Al día siguiente, la gente encontró la iglesia completamente abandonada. Había manchas de sangre en la alfombra del altar y en las paredes. Los restos del predicador se encontraron en la pila bautismal.
Una nota fue encontrada en el altar: ” Dios ha respondido a nuestras oraciones “.
Actualmente no se sabe nada de esta familia, desaparecieron y nunca más se tuvo noticia.
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